viernes, 7 de octubre de 2011

Comerte al amor y que el amor no te coma






















Las visitas de Eros en las diferentes etapas de la vida humana dejan aprendizajes que guardamos en la memoria, ese caudal de sensaciones exploradas y de acciones cometidas no siempre son las más sanas o pertinientes para nuestras vidas. Sin embargo, estas vivencias nos dan razón del mundo emocional y muchas veces determinan nuestra vida.



Pensaba en mi andar, hacía un reconocimiento del amor en mi vida desde lo que me enseñó mi familia, mis amistades y mis relaciones amorosas.



Cada día transcurrido espero de mí misma no caer en errores garrafales, apuesto por la sanidad mental junto con la emocional, sin embargo esas pulsaciones que viven en mi cuerpo dan lata. Se mueven y returcen, no van en el mismo fluir que mi cerebro, ni suelen ser célebres como mis frases domigueras de café de vez en vez celebradas por algún conocido.

Será que cuando llegas a cierta edad, sólo ¿se aspira a estar sola superando cualquier emulación del Grinch del amor o de nuevo accedes a compartir-te y apuestas un nuevo juego?


Si uno es artífice constructor de su propio destino, ¿por qué esas hormonas del amor son indomables?


Ahora me encuentro confundida, quiero empezar una nueva historia, quisiera hacer algo digno de mis emociones y algo maduro. Domesticarme como decía el Principito domesticar el sentir. Sentirme orgullosa de lo que construyo y apostarlo todo.



¿Cómo te comes al amor sin ser comida por él?



Fotografía digital de: Emily Burns, Angel, Estados Unidos, 2009.