martes, 20 de septiembre de 2011

Uno no puede vivir por siempre en una burbuja


























Uno no puede vivir por siempre en una burbuja y tiene que afrontar la realidad de las cosas o la vida misma.

Días duros, los engaños se acaban y los ojos que habitan esta casa saben la verdad, saben que ya nada será igual. La abuela está enferma, ahora es crónico, degenerativo y ponzoñoso. Maquillar las palabras no servirá de nada.

Extrañamente he pasado de un estado emocional a otro, por duro que suene uno termina por aceptar que los ciclos se cierran y ella en algún momento lo hará con la existencia.

Sin embargo, los recuerdos no encuentran sosiego, me invaden, brotan del cerebelo y ese ramillete de memorias produce emociones alegres - llorosas. Sé que la infancia habría sido más compleja sin ella a mí lado, sólo me resta agradecimiento y amor.

Oxalá se lo pudiera decir, pero cada vez que lo planeo mi aparato fonador emudece como negación de la realidad e ideo una y otra vez como decirle unas cuantas palabras para que sepa todo lo que siento. Me dan ganas de decirle que tenga cuidado de cruzar, así como cuando ella me decía "mira al cruzar la calle" y me daba la mano, quisiera prevenirle de su salto cuántico para que no se asuste. Me agobia desconocer la muerte, no tener un manual o una simple noción para orientarla. ¡Qué duro! No tener respuestas a nada de lo que le esperará. ¡Qué duro! Que nadie regrese y nos platique cómo es ese brinco.

Si me apegara a la tradición le diría que mi fe por la energía es infinita y que aunque sus rezos de iglesia no me han llenado, yo los rezaría para llenarla, que la velaré como ella veló mis enfermedades, que no escatimaré ningún recurso como ella lo hizo al criarme, que la arrullaré como ella lo hizo todas la noches que tuve miedo y que me empeñaré en recordar sus sabias enseñanzas.

Más allá de las lágrimas y los estados de aflicción, pienso en ella esperándome todas las tardes a la salida del colegio, ¡qué duro! que yo no podré esperarla del otro lado, porque tampoco hay salida, sólo se sabe que hay una entrada.

Este encuentro con la realidad supera toda facultad de razonamiento o lógica, días en los que he decidido apuntalar la vida, no dejarme caer, echar mano de todo aquel que me sirva de pilar, porque tengo prisa por vivir.

También, quisiera que se fuera tranquila, que se entere que acá todos resolveremos la vida lo mejor posible, pero ¿ella cómo resolverá su muerte?

¿Qué se hace a la hora de morir? decía Castellanos.






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